El sol desplegaba sus últimos rayos
sentado
sobre la línea del horizonte.
Era
una apacible tarde de septiembre
cuando
en la vieja casa solariega
ya
iba rato que había entrado
la
conocida viejita partera del lugar.
En
el patio se respiraba impaciencia.
Las
andoriñas trazaban en el aire
intrincados
caminos circulares
y
su vuelo veloz también parecía
que
barruntaran un gran acontecimiento.
Se
abrió de pronto la desgastada puerta
enmarcada
por el rosal blanco de Alejandría.
Y
brotó en el aire el llanto esperado
casi
ya acabando el día.
_
¡Ha llegado! ¡Ya está aquí la niña recién nacida!
_
¡Ya está aquí! _ gritó el naranjo al agua
que
hacia el aljibe fluía.
_
¡Ya está aquí! _ gritó la tierra humedecida.
_
¡Ya está aquí! _ gritaron al aire
las
veloces andoriñas.
Y
todo el cielo se cuajó de estrellas
para
ver a la recién nacida.
Mª
Carmen Martín Mendoza
La
Gomera, 19 de septiembre de 2014
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